Despertar de la intuición

Cómo lograr activar nuestra intuición

En los últimos tiempos la ciencia ha comenzado a explicar la función de la intuición en la evolución humana, en el éxito y en el fracaso, hasta tal punto que la intuición puede ser la diferencia entre la vida y la muerte. De hecho, es posible que manifestaciones del organismo como el apetito sean una respuesta intuitiva a un problema de supervivencia. Podemos afirmar que el ser humano ha evolucionado gracias a la intuición.

Seguir o no seguir las señales de la intuición es lo que muchas veces define el acierto o el error en decisiones nimias y también en las que marcan la propia existencia.

Es difícil que alguien pueda avanzar con éxito en cualquier aspecto de la vida si no posee un alto grado de intuición en la toma de decisiones. Esto no quiere decir que haya que renegar de la razón, sino que lo racional y lo intuitivo trabajan más eficazmente cuando se fusionan en un solo camino de descubrimiento de la realidad.  

Qué es la intuición

La intuición es “mirar hacia dentro”, es la facultad de alcanzar una verdad sin necesidad de razonamiento, que muchas veces está bloqueada por una forma más analítica de conocimiento. De hecho, es importante aprender a diferenciar un proceso intelectual de uno intuitivo, una reflexión de una intuición, y así saber reconocerla cuando se produce.

Sí que es cierto que para dirigir adecuadamente el proceso intuitivo, hay que aprender a reflexionar sobre uno mismo sin dejarse arrastrar por las emociones, pero reconociéndolas y situándolas correctamente para evitar su influencia en la evolución de la intuición en nuestra mente.

Los deseos y las emociones caminan juntos y son, al contrario de lo que suele afirmarse, dos elementos perjudiciales al surgimiento de la verdadera intuición.

La intuición no es la emoción o el sentimiento, ya que no se basa fundamentalmente en la información consciente e inconsciente que se ha adquirido, aunque tener información ayuda a definir bien en la mente aquello que queremos saber.

Para desvincularnos de los deseos, emociones y sentimientos hacia uno u otro resultado de lo que queremos saber, la clave es aprender a orientar la mente correctamente hacia el objetivo con exclusión de todo lo demás.

Cuándo surge la intuición

La intuición se manifiesta en cada persona generalmente de forma diferente y en diferentes ámbitos, y por ello debemos permanecer atentos para averiguar cuál es nuestra forma de percibirla.

La respuesta intuitiva puede llegar a través de una palabra, una frase, imágenes, ideas, un pensamiento esclarecedor, sincronicidades, un sentimiento, una sensación o un efecto físico, como cosquilleos, cambios de temperatura corporal, etc. 

Si bien es cierto que fuera del campo profesional o de las actividades más habituales suele ser más difícil recibir esa información, con la práctica la mente se va flexibilizando a todo tipo de intuiciones. Es como el zahorí que busca agua mediante su capacidad intuitiva, pero que no la usa para otras cosas. Sin embargo, con la práctica premeditada de la intuición, la mente se va abriendo a otras realidades. Un médico, por ejemplo, podrá diagnosticar intuitivamente una enfermedad y el tratamiento más oportuno, así como mediante sencillas técnicas muchas otras cosas ajenas a su profesión.

Como sucede con cualquier destreza que uno posea, es la práctica la que lleva al éxito, con la diferencia de que la intuición es algo que todos poseemos innatamente y que por tanto podemos desplegar en cuanto vayamos limpiando los canales que conducen la mente a su objetivo.

Podemos comparar la intuición con un río. El primer nivel sería un río helado en el que sabemos que las aguas están ahí debajo de la capa helada, avanzando, fluyendo, pero no podemos verlas; el segundo nivel sería cuando el hielo ha comenzado a derretirse y podemos ver parte de las aguas avanzando lentamente entre bloques de hielo, y el tercero es el río fluyendo libre sin nada que lo frene ni lo oculte.

Los tres niveles de la intuición

Para simplificar y hacerlo fácilmente comprensible, he dividido la intuición en tres niveles, aunque finalmente todos se funden en un solo proceso de conciencia. El más básico es aquel en el que recurrimos en parte a la información almacenada en nuestro subconsciente, fruto de nuestra propia experiencia subliminal y de la que no somos conscientes. Por ejemplo, podemos saber si una persona que sonríe es franca o nos miente.

Richard Wiseman realizó un estudio con 15.000 voluntarios que debían mirar unas fotos con rostros sonrientes.  En una foto se veía a una persona sonriendo realmente y en otra a la misma persona simulando la sonrisa. El voluntario debía señalar cuál era la sonrisa sincera y cuál no. Cerca de tres cuartas partes de las respuestas de los encuestados fueron acertadas, tanto las de las mujeres como las de los hombres.

Un segundo nivel es aquel en el que accedemos a la vasta experiencia acumulada en la evolución y en el universo, y que va más allá de la experiencia personal.

En un estudio dirigido por Beatrice de Gelder de la Universidad de Tilburg en Holanda y la Escuela de Medicina de Harvard en Estados Unidos se comprobó que una persona ciega era capaz de sortear un laberinto de obstáculos usando sólo su intuición y que el voluntario no era consciente de que estaba haciendo algo excepcional.

El tercer nivel es aquel que va más allá de lo aprendido, de lo sucedido y de lo existente, y que enlaza directamente con la conciencia en su aspecto más profundo. En este nivel se puede conocer cualquier cosa presente, pasada o futura. En este estado de la mente, liberada de las dependencias espacio-temporales, sin las barreras de la razón y la lógica aprendida, es cuando se produce realmente el proceso intuitivo.

Imaginemos que soñamos o pensamos un número determinado y que adquirimos ese número en la lotería y que toca, o que despertamos con la sensación cierta de que no debemos hacer algo, y eso nos libra de un accidente o de una situación complicada.

Este tercer nivel resulta más difícil de aceptar para muchas personas que no están versadas en el conocimiento de la mente y la conciencia, campos en donde las barreras del tiempo y el espacio se diluyen hasta desaparecer.

Cómo hacer que surja la intuición

La curiosidad y la creatividad

La curiosidad y la creatividad son grandes aliadas de la intuición, y viceversa, se retroalimentan. Las personas creativas son más intuitivas y las personas intuitivas son más creativas.

Toda activación y estímulo del hemisferio cerebral derecho abre puertas a la creatividad y por tanto a la intuición. El aprendizaje de nuevas materias contribuye a que la mente amplíe horizontes, y cuanto más abierta esté más fácil es que surja el fenómeno intuitivo de forma natural. La atención enfocada en la observación, en la escritura, la pintura, el dibujo, la música o la escultura es una actividad creativa que favorece que salte la chispa de la intuición a la menor oportunidad.

La interrogación

La intuición surge de la mente y la conciencia, por lo que para poder recibir una respuesta clara necesitamos una pregunta igualmente clara y concreta.

Si queremos saber la respuesta a algo debemos plantear una pregunta bien dirigida y precisa, y después dejar de pensar en ello. De esta forma permitimos que la mente vaya en busca de la respuesta. Ésta puede llegar al instante o tardar incluso varios días en acceder a la consciencia, pero ya está en camino y hay que estar atentos a las señales, ya que antes o después llegará.

La radiestesia

La respuesta intuitiva se manifiesta de diversas y peculiares formas, una de ellas es mediante la práctica de la radiestesia. Precisamente en esta disciplina es donde se puede comprobar fácilmente la existencia de la intuición y de su uso práctico.

El radiestesista no sabe dónde está el objetivo que pretende buscar y lo encuentra sin tener información previa y en muchos casos sin estar presente en el lugar donde, por ejemplo, está el agua subterránea para aflorarla mediante un pozo. Aquí se ve cómo la influencia del espacio desaparece, ya que se puede descubrir algo esté donde esté. En la distancia, el radiestesista en un plano marca un punto y es ahí donde, si ha hecho correctamente el proceso intuitivo, se encuentra el agua o cualquier otro objetivo.

Los sueños

Seguro que en ocasiones nos hemos despertado con una idea innovadora, con la respuesta a una determinada situación o a un problema. La mente al dormir, desligada del yugo dominante de la razón, busca con más facilidad la respuesta que cuando estamos sujetos durante la vigilia al consciente.

Antes de acostarnos, realizamos unos instantes de relajación, de respiración lenta y profunda, y hacemos una pregunta clara y concreta acordando con nosotros mismos que al recibir la respuesta nos despertaremos. Esto facilita la respuesta del inconsciente mientras se duerme.

Al despertar debemos anotar rápidamente la respuesta, ya que probablemente en pocos instantes se diluirá en el olvido.

La meditación

Determinados estados de conciencia favorecen la aparición de la intuición. La meditación es un estado abierto de la mente y el mejor camino para que surja la intuición, al igual que la práctica de disciplinas como el yoga o el taichí elevan la capacidad de percepción.

Meditar es algo sencillo. Podemos meditar tumbados, sentados, de pie o andando. El cuerpo relajado, la mente sosegada, dejando pasar los pensamientos repetitivos, sin analizar, la respiración consciente, inspirar y espirar, larga y profundamente con el objetivo en la mente y la pregunta sobre lo que queremos resolver.

Razón e intuición se fusionan en nuestra mente y debemos encontrar el equilibrio entre ambas que nos permita acceder a la realidad y a lo mejor de nosotros mismos.

La intuición es la creatividad de la vida expresada a través de la mente humana, y nos conduce a descubrir verdades invisibles a la razón, y trae a la luz de la razón la luz de la conciencia.

Raúl de la Rosa